Dícese del que rehúye el trabajo o la fatiga. Y hasta aquí llegan mis "amistades" a la hora de tildarme. Si estoy de acuerdo en que soy un poco o bastante, según la fuente, vago, pero no vago de vago, sino vago de huelguista. Yo pienso que al que realmente le guste el trabajo que se lo quede todo. Lo malo es que con el curro también se queda con el sueldo, lógico por otro lado. Y soy el escritor de este escrito aún por catalogar, ya que se desconoce si es novela de ciencia ficción o una serie de advertencias o premoniciones relacionadas con el más allá. Digo en el párrafo anterior que yo soy el escritor de este enjendro literario, que tiene a bien firmar Antonio porque en la realidad es que soy el escritor creado por el susodicho para figurar como tal aquí. Osea que soy el escritor ficticio del escrito. Mi vida no es que haya sido fácil, precisamente por mi actitud con el trabajo, ya que vivir del cuento no es sencillo, y menos en un mundo tan competitivo como este en el que vivimos, pero tranquilos que llegarán días peores. Lo cierto es que para la mayoría de la población del planeta, no solo de ahora sino de siempre, el trabajo ha sido una cuestión bastante dada a la interpretación, para unos es pura explotación, esclavitud enmascarada, una forma de chantajear, algo que lejos de mejorar tu vida te acaba llevando a la tumba, y para otros es otra cosa que no voy a exponer porque me agoto solo con pensarlo. Hace ya mucho tiempo que las máquinas empezaron a sustituir a los humanos en las cadenas de producción, en las obras y en cualesquiera otro condenado tajo o laborio. Ahora los obreros faenan más en lo que se llama los servicios; y aquí la esclavitud se afianza con garras de león a su víctima. Apartadas las masas obreras de hacer su labor en centros fabriles porque ya no se les precisa al ser relevadas por robots, son disgregadas en pequeñas explotaciones "de servicios" donde su fuerza sindical frente al explotador es insignificante; y el trabajo se convierte paso a paso, día a día en algo a lo que mandar al carajo por denigrante, insufrible e insuficiente para ganarse honrradamente la vida. Mi Dios, este con el que hablo o me comunico, me advierte de que la avaricia y el egoísmo de unos pocos llevará con el tiempo al Gran Derramamiento (lo pongo en mayúcula para resaltar el hecho). Y quienes lo sufrirán con más intensidad y por ello pagarán caro, serán los de siempre, es decir, los débiles. Y me dice que cuando las cosas parezcan más difíciles, cuando el dolor sea más insufrible, el proveerá. Yo le pregunto que qué va a proveer, y Él solo contesta que ya lo verás. Genial. © Antonio Salvador Manchón Alonso. San Fulgencio (Alicante) 2015. Todos los derechos reservados. Esto es un fragmento del escrito: Comunicando con Dios.
viernes, 17 de abril de 2020
Haragán.
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