Se puede ser estúpido en cierta medida, pero ser tan estúpido como para decir basta me parece excesivo. Estos descerebrados que siglo a siglo han ido cercenando las vidas de sus semejantes en base a los requerimientos de dioses de la ira y la imposición, jamás dejarán de subir el listón de la estupidez humana. El dios que me comunica que escriba lo que escribo es bastante claro, vigila mis pulsaciones en el tablero, me asesora con los hechos que a diario ocurren y se apresta a empujarme en la dirección que a él le apetece. Este dios es como todos los otros dioses, es un pesado. La verdad es que llevo unos días con fuertes dolores de espalda y apenas aguanto en la silla del escritorio. Y no es que me esté pasando a mí en persona o sí, al escritor real, sino que le pasa al escritor ficticio y protagonista de estos escritos llamados "¿Comunicando con Dios?". Pero a lo que iba, mi divino comunicador dice que no somos nadie para hablar por él ni por ninguno de los otros dioses, y esto incluso en el caso de que existan más alla de nuestros deseos. Me comunica que las guerras en sus nombres se las resbalan. Que es divertido a la vez que inconcebiblemente aborrecible ver como nos matamos tan divinamente, y es que es para partirse de la risa, esperando en muchos casos la recompensa del Paraíso en reconocimiento divino al sacrificio ofrecido. Este dios mío y muy personal, me hace creer que la cosa continuará, y que no empezará a menguar hasta que le sean cortadas las alas a la malvada, a la perversa. Y no me dice quien es ella, me deja en ascuas, para después proseguir haciendo que crea que no evolucionaremos hasta que una vez cortadas las alas a la perversa, a la malvada pasen al menos mil años y volvamos a salir de las cavernas. © Antonio Salvador Manchón Alonso. San Fulgencio (Alicante) 2015. Todos los derechos reservados. Esto es un fragmento del escrito: Comunicando con Dios.
viernes, 17 de abril de 2020
Los guerreros de Dios.
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